LEER JUNTOS. ACTA DE LA SESIÓN DE MAYO

 

La familia… fuente inagotable de inspiración para la literatura. Esa fue la primera conclusión a la que llegamos nada más sentarnos para comentar “Apegos feroces”. Laura Bordonaba, autora de “Polar” que nos visitó el mes pasado y nos recomendó el libro, vino de nuevo a compartir sus reflexiones con nuestro grupo.

El libro nos dio para mucho y, los comentarios, como no podría ser de otra manera, estuvieron mediatizados por los acontecimientos judiciales actuales.

Nos preguntábamos si este libro lo habría podido escribir un hombre. La respuesta fue que no. Las mujeres, tenemos otra forma de ver la realidad, de crear otros lazos, otras relaciones; y sí, a veces son “feroces”. Entendimos perfectamente el título de la novela.

Entramos a valorar si se oyen con claridad las voces de las mujeres o, si por el contrario, sus voces han estado en manos de los  hombres. Nos referíamos a la literatura, pero pronto derivamos hacia la vida misma. Repasamos la literatura del XIX y sus modelos de mujeres. Todos fueron escritos por hombres y proyectaron en sus personajes lo que para ellos era una mujer, no lo que era en realidad. Por eso, en nuestra subjetividad, hay modelos que no se ajustan a la realidad diversa y plural sino a lo que las mentes de los hombres fabricaron sobre lo que es ser una mujer. Repasamos, cómo no, algunos personajes masculinos de nuestra literatura: Don Quijote y el Lazarillo salen a colación; personajes literarios masculinos que están en los márgenes, son un niño y un loco. Hablamos y constatamos la poca presencia de mujeres literatas en los planes de estudio.

Entramos de lleno en la novela, en sus personajes, en sus ambientes. Nos ha chocado la cantidad de expresiones judías que aparecen y las  alusiones al mundo judío. Nos ha gustado el ambiente de la universidad. Resaltamos también el papel de la ciudad de Nueva York, sus calles, sus barrios, sus habitantes, tan diferentes todos.

Nos ha parecido que los padres de la protagonista, no se querían tanto como parece; escenificaban un papel, sobre todo la madre, el que le ha tocado. Vemos que la protagonista no se quiere mucho a sí misma, está llena de insatisfacción cuando a nosotras nos parece que ha conseguido mucho. Repite el patrón de su madre: tras el divorcio se vuelve a Nueva York, al sofá, como hizo su madre cuando enviudó. Deja la tesis. Pasea con su madre: un apego feroz. Nos daban ganas de gritarle que no se apegara tanto. Valoramos que como generación posterior, tenemos más control sobre nuestras emociones.

Hemos valorado el crisol que era el edificio donde vivían. Era un ámbito femenino. Las mujeres llevan la casa, conviven, les pasan cosas. Los hombres no pueden escribir sobre esto porque simplemente no están.

La sesión ha discurrido entre idas y venidas sobre la novela, las mujeres y los apegos. Salen nuestras vidas, nuestros propios apegos y la sociedad en la que vivimos, construida sobre muchos de esos apegos.

No querríamos terminar, pero la sesión llega a su fin. Laura, nuevamente, nos propone una autora y una novela: Irene Vallejo y “El silbido del arquero”. Aceptamos su propuesta y además contactaremos con la autora para que nos visite ya que es antigua alumna del Basilio Paraíso. La invitaremos al “Yostuve en el Paraíso”.

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